Beatriz González: Retrato de un conocido, 1973.
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COP 255.000.000 |
Descripción del lote
Retrato de un conocido, 1973
Nacionalidad: Colombia, 1938.
Técnica: Esmalte sobre lámina de metal pintada en mueble metálico
Medidas de la imagen: 62 x 38 x 38 cm
Firmado y fechado B. González-73.
Adhesivo del Museo de Arte Moderno Bogotá en la base. Información: Autor: González, Beatriz. Año: 1973 Col. Juan Antonio Roda.
Literatura
Departamento de Arte Facultad de Artes y Humanidades Universidad de los Andes. Revista Rex. 2013. Pág. 112.
Fausto Panesso. Arte y Parte Cuatro décadas de Arte Colombiano. Bogotá: Ediciones Gamma, 1990.
Ponce de León, C., y otros. Beatriz González, una pintora de provincia. Bogotá: Carlos Valencia Editores.1988. Ilustrada y referenciada en la página 106.
Catálogo razonado Beatriz González. Universidad de los Andes.
Exhibiciones
2012. Roda: Dibujo de un maestro. Universidad de los Andes, Bogotá.
2011. Beatriz González La Comedia y la Tragedia. Museo de Arte Moderno de Medellín, Medellín.
1984. Beatriz González Exposición Retrospectiva 1962-1984. Museo de Arte Moderno de Bogotá, Bogotá.
1973. Luis Caballero y Beatriz González. Museo de Arte Moderno de Bogotá, Bogotá.
Beatriz González ya no necesita presentación. La amplia y densa retrospectiva que tuvo lugar a finales del año pasado en el Museo de Arte Miguel Urrutia de Bogotá concluyó una nutrida serie de homenajes nacionales e internacionales que la han ratificado, a todas luces, como una de las artistas latinoamericanas vivientes más innovadoras, lúcidas e influyentes del siglo pasado y de lo que va de este.
Muy difíciles de encontrar en el mercado, los muebles de Beatriz González están entre lo más destacado de su producción y constituyen un capítulo ineludible del arte colombiano del siglo XX, cuyo legado vive, por ejemplo, en el trabajo de una artista de rango internacional como Doris Salcedo. La aparición de estas icónicas piezas se remonta a comienzo de los años setenta, a conclusión de un largo proceso de maduración, tanto discursivo como estilístico, que tuvo lugar en la década anterior.
Veámoslo en breve. A su exordio, a comienzo de los sesenta, González se hizo apreciar por pintar variaciones sobre obras de grandes maestros de la pintura universal como Velásquez y Vermeer, pero hacia mitad de la década, en correspondencia con la realización de la serie Los suicidas del Sisga, dejó a un lado estos ejercicios para empezar a codificar un estilo más vinculado a lo nacional y a lo popular, en el cual se destacan, junto con un humorismo crítico y un aire intencionalmente provinciano, algunos rasgos típicos como el rechazo deliberado de todo refinamiento (Lucas Ospina habla de “torpeza magistral”), la apropiación de imágenes aparecidas en los medios de comunicación de masa (la artista nunca pinta del natural) y la renuncia al volumen (el suyo es un camino inverso al de Botero) en favor de composiciones planas, construidas yuxtaponiendo áreas de colores uniformes, a menudo encendidos, detrás de los cuales se adivina la asimilación del pop art norteamericano.
A partir de Los suicidas del Sisga, Beatriz González empieza un proceso de aproximación y de reflexión sobre la imaginería y el gusto populares que la lleva también a abandonar el óleo sobre lienzo (técnica y soporte propios de la pintura culta y refinada) para comenzar a pintar con esmaltes sintéticos sobre láminas de metal, como se hacía en los avisos de tiendas y almacenes.
Los muebles dan un paso más en esta dirección. Hacia 1970, la artista empezó a apropiarse de camas, bandejas, espejos, mesas de noche y otros objetos de gusto y factura popular para combinarlos con sus pinturas esmaltadas sobre láminas de metal”. Los muebles funcionaban como marco para las pinturas, perdiendo así su funcionalidad, y había un preciso sistema de relaciones entre el tema de las pinturas y la tipología de muebles escogidos para emplazarlas. “Todos los que estaban tumbados - explica la artista en una entrevista con María Inés Rodríguez - debían estar en la cama; todo lo que se ponía sobre una mesa (bodegones, gatos) y todo lo que uno guardaba, como retratos de Jorge Eliecer Gaitán, santos, el papa, en mesas de noche
Este fue, a grandes rasgos, el proceso del cual nacieron los muebles de Beatriz González. La artista ama decir que las camas nacieron por casualidad. Suele contar una anécdota según la cual un día compró una cama popular solo por el gusto de tener una y, una vez terminado de montarla, se dio cuenta que una lámina pintada por ella con un Señor de Monserrate encajaba perfectamente en el espacio para el colchón. Puede ser que el caso haya jugado algún papel en este acontecimiento, pero sin todo el itinerario y la lógica de corte conceptualista que la artista había seguido hasta aquel momento ese evento azaroso, posiblemente, no hubiera tenido mayores consecuencias.
La mesa de noche que se presenta en esta subasta no lleva el retrato de un icono nacional, latinoamericano o universal, como la mesa con Carlos Gardel que se vendió el año pasado en Christie’s por 110 mil dólares - resultado que coloca a Beatriz González, al lado de Botero, Obregón, Doris Salcedo y Oscar Murillo, en el estrecho círculo de los colombianos que han logrado superar la barrera de los 100 mil dólares en una subasta internacional - sino retrae a una figura que tuvo una especial importancia en la formación de la artista: el pintor español-colombiano Juan Antonio Roda, quien fue su maestro cuando ella estudiaba en la Universidad de Los Andes. Se trata entonces de una obra de cariz íntimo, con la cual la artista homenajea a uno de sus maestros de pintura y a una de sus mayores influencias, junto con Marta Traba, durante su etapa formativa.
Además de esta mesa de noche, la relación de González con Roda queda documentada también por un óleo de 1962 intitulado Estudio de clase con Juan Antonio Roda, donde la mano de la alumna se confunde con la del maestro.
En cuanto a Marta Traba - ¿existirá también una mesa con el retrato de Traba? -, la célebre critica, curadora y escritora argentino-colombiana no solo fue una de las más tenaces defensoras y promotoras del trabajo de González, sino que le dedicó un entero libro, aparecido en 1977, titulado sencillamente Los muebles de Beatriz González. Su posición es neta: “Coloco la serie de muebles de Beatriz González entre las obras más importantes producidas en los últimos años en el continente”.
“Como toda gran obra - comenta Traba -, la pintura de Beatriz González no quiere explicar el mundo: solo lo sugiere e incita a recorrerlo. Ese mundo, Colombia, territorio privado de su arte, pasa a ser por eso mismo, automáticamente, cosa pública. Su obra da el salto natural de la provincia, comprendida y trasmitida como información polisémica, al campo de fuerzas del arte contemporánea. Queda en pie como pocas. Lo dirá el tiempo, cuya infalibilidad nadie discute”. Y el tiempo le está dando la razón.
Colección de la familia del maestro Juan Antonio Roda.
Estimado $130.000.000,00 - $150.000.000,00
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